Enséñame, oh Jehová, el
camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y
guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus
mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
avívame en tu camino. Confirma tu palabra a tu siervo, que te teme. Quita de mí
el oprobio que he temido, porque buenos son tus juicios. He aquí yo he anhelado
tus mandamientos; vivifícame en tu justicia.
Salmos 119:33-40 (rvr1960)
Inclinados a dar y no a acumular. Pas.
Víctor López.
Hoy
en día muchas personas codician ganancias financieras. El dinero representa
poder, influencia y éxito. La verdad es que el dinero puede comprar cierta
comodidad y ofrece cierta seguridad. Pero para muchas personas, el dinero llega
a tomar el lugar de Dios. Lejos del valor del bienestar, el obedecer a Dios es
mucho más valioso, obedecer a Dios es un tesoro en los cielos mejor que un tesoro
aquí en la tierra.
Hay
muchos ejemplos en la Biblia de personas que se desviaron por la propia
avaricia; Balaam vendió al pueblo de Dios y su propia alma por la avaricia (Números 22, 2 Pedro 2:14-16); Acab
asesinó por avaricia (1 Reyes 21:1-13);
Acán robó y trajo derrota a Israel por la avaricia (Josué 7:21); Judas robó de sus compañeros discípulos y traicionó a
Jesús por la avaricia (Mateo 26:14-16);
Ananías mintió al Espíritu Santo por la avaricia (Hechos 5:1-8). Usted puede tener sus ejemplos propios de avaricia.
El
salmista entendía que la avaricia desviaría su corazón de la obediencia a los
mandamientos de Dios, y requería un corazón inclinado hacia la Palabra de Dios
que le ayudaría a estar satisfecho con lo que Dios provee. El dinero se ve como
el fin en sí mismo, pero rápidamente nos atrapa y deja cortos de Dios mismo y
la verdadera necesidad. La clave para usar el dinero sabiamente es el buscar
cuanto dinero podemos usar para los propósitos de Dios y no cuanto podemos
acumular para nosotros mismos (Lucas
12.33).
Te
pregunto lo siguiente: ¿El amor de Dios toca tu billetera? ¿El amor de Dios
alcanza tus finanzas? ¿Eres libre de usar tu dinero para ayudar a otros? Si es
así, ¡felicidades! Tú estas generando tesoros en los cielos. Pero si tus metas
financieras y tus posesiones te limitan a dar generosamente, amar a otros, o
servir a Dios, estas siendo esclavo del dinero. Aparta tus ojos, que no vean la vanidad.
Debemos
de hacer lo que Dios quiere, sin importar las implicaciones financieras que conlleve.
Ora como el salmista en esta sección, pide a Dios cambiar tu corazón a sus
estatutos y no al deseo de hacer dinero, siendo este tu mejor interés en este
camino hacia la eternidad. Toma en cuenta la exhortación de Jesús en Lucas
12:33 (NTV), Vendan sus posesiones y den
a los que pasan necesidad. ¡Eso almacenará tesoros para ustedes en el cielo!
Comienza a poner tu dinero en las manos de Dios.
Recuerda,
no hay una cantidad de dinero específica, más bien un corazón dispuesto a dar
en agradecimiento a lo que Dios ya ha hecho.